jueves, 10 de marzo de 2011

seis//siete//ocho # 2

seis//  Pensé lo siguiente: que teníamos un código especial por el cual no nos veíamos, no nos hablábamos, no nos hacíamos señas ni nos enviábamos frías postales desde ningún lado. Que no existíamos, en una palabra, pero nos queríamos lo mismo, de alguna forma extraña y mortífera, como se quieren solamente los desconocidos, hasta que la muerte misma los vuelve a juntar.

siete// Si llenás una pileta de cajas de gelatina. Mil doscientas cajas de gelatina. Y pataleás pataleás pataleás. ¿que pasa? 

ocho// Tiene escamas y no es un colchón, tiene sed y no es un galeote, tiene los ojos fríos como dos noches seguidas de nada. 
Tiene alas, pero no es para tanto.

Feliz cumple-muerte

El amante de las Flores.

En las montañas de Valkeri
entre los pavos reales que se pavonean
encontré una flor
tan grande como mi cabeza
y cuando me estiré
para olerla
perdí el lóbulo de la oreja
parte de la nariz
un ojo
y la mitad de la cajetilla
de cigarrillos

regresé
al siguiente día
con la intención de cortar
aquella maldita cosa
pero la encontré
tan hermosa
que en cambio
maté un
pavo real.

Charles Bukowski, Estados Unidos 1920-1994

amores frustrados en el subte # 37

Nos miramos, apenas, cuando se bajaba (ella) en su estación. Una chica tan alta, tan linda. Tan peligrosa como una montaña soviética.

viernes, 4 de marzo de 2011

pensamientos re grosos

una pileta es un barco al revés.

seis//siete//ocho

seis// me acosté a dormir la siesta medio enchinado y soñé con una pileta que en vez de agua estaba llena hasta el borde de enredaderas, unas enredaderas de color verde oscuro y violento que formaban un colchón esponjoso y mortal. No se por qué. Cuando puse el primer pie me di cuenta que la enredadera es un ser vivo y desesperado tanto como cualquier otro, un ser apretado y triste y solo que se ahoga indefinidamente en su propio enriedo. Y entonces perdí el miedo y me dejé abrazar por la negrura.
Cuando me desperté, ni señales. Tenía la mente en blanco, imagínense, un blanco suave y enrollado como de papel higiénico, un blanco delicioso y tibio como el baño que me estaba dando hasta el momento en que me vino el recuerdo, como un rayo láser, de que recién nomás me había muerto.

siete// una vez en el subte me encontré con ante garmaz. Yo estaba sentado, leyendo una edición de El Argentino sacada del tacho de basura, cuando el mencionado ingresó al vagón. Vestía un traje azul con rayas plateadas, finísimas rayas que lo atravesaban desde los pies hasta los hombros, que lo rastrillaban suavemente como una hoja reglada. Un pequeño sombrero al tono y un bastón con empuñadura cerraban el conjunto. Quise decirle algo pero no supe bien qué, y terminé haciendole un gesto torpe con la mano, un gesto que don ante dejó pasar de largo, con la mirada impávida, como si mi saludo lo atravesara, como si fuera invisible o ya no estuviera.
A la tarde, cuando conté la anécdota, me dijeron que hacía meses que ante garmaz había fallecido. Nos reímos un poco y me dijeron que me había confundido, pero yo estaba seguro de lo que había visto, tanto como para volver a mi casa y entrar a internet para confirmar la noticia. Pero por alguna razón oscura, no encontré respuesta.

ocho// ¿los árboles se mueren de viejos?