Yo sentí tus lágrimas que a lo lejos ardían en mi pecho. Yo sentí rodar la pena por tu habitación, y no pude hacer nada. Oculto bajo las persianas oscuras y el humo de mi cigarrillo, sentí cada dolor que sentías, a veces de forma distante, como un llanto nocturno, a veces como un dolor punzante y filoso en el centro de mi pecho.
Porque fui deportado del sentido común y privado de valentía. Porque mis arrestos revolucionarios fueron parodias de un james dean en blanco y negro. Porque nada consuela ese dolor sin forma que nunca se detiene. Esa pena que empuja y se retira como las olas del mar.
La pena que se ha acostumbrado a dormir a los pies de mi cama.
Porque fui deportado del sentido común y privado de valentía. Porque mis arrestos revolucionarios fueron parodias de un james dean en blanco y negro. Porque nada consuela ese dolor sin forma que nunca se detiene. Esa pena que empuja y se retira como las olas del mar.
La pena que se ha acostumbrado a dormir a los pies de mi cama.
1 comentarios:
Lo que tiene el mar (y es algo que siempre me deja pensando) es que de lejos, es tranquilo, pacífico, inspira confianza. Pero adentro, una vez metido bien adentro, empezas a darte cuenta que viene ola tra ola y si no te agachas te golpea, te revolea, te despeina, te hace entrar agua en la nariz y hasta te saca la maya (ja).
Cosa de locos.
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