miércoles, 29 de abril de 2009

Black moth super rainbow


Black Moth Super Rainbow - Boatfriend








Es una pregunta medio estúpida. Pero a veces hay que hacerla. A veces, en lo más profundo del impenetrable, hay que hacerla.
Es que parado ahí, con un pie en la esperanza y otro en el fastidio, no puedo evitarlo.
Soy la polilla negra de arcoiris. Se que existe, pero sigo sin poder alcanzarlo.
¿Tienen remedio los que han sido rotos? Es decir, yo sí creo. Pero ya va siendo la hora.

martes, 28 de abril de 2009

Eso que yo hago


Nacho Vegas - Nuevos planes, idénticas estrategias








Es como una calesita. Quiero decir, no es divertido.
Vas arriba y abajo, dando vueltas. Una música en sordina, tan anacrónica como una revista de sala de espera.
No te podés bajar, pero como quisieras.

Cada vez que estás por terminar, alguien te encaja una sortija.

Y de vuelta lo mismo.

Pero un día de estos agarro y me bajo.
Sólo que es tan difícil desmontarse y volverse a armar.

(es como dice aquí mi amigo Vegas: nuevos planes, idénticas estrategias)

Ya no ser



Ya no ser es algo mucho más real que haber sido.
Ya no ser es inevitable, haber sido es sólo una posibilidad.
La gloria de ya no ser, la tumba prolija de un soldado anónimo. El galeón hundido en el fondo del río con sus detalles de lujo en el barro.

En cambio ser, lo que se llama ser, es una fantochada.

lunes, 27 de abril de 2009

Cerrado por reparaciones

Cada tanto hay que cerrar el propio boliche y hacerse un par de ajustes.
Uno se puede bancar andar un tiempo sin llave cruz, pero tampoco la pavada.

lunes, 20 de abril de 2009

Cara de velocidad



Me pasé la mañana visitando a una señora que vive en un barrio "asociado a la marginalidad y a la pobreza", al costado de una autopista, recién entrando a la ciudad.
Sentados en dos sillas sobre la calle de tierra, tomamos unos mates mientras, a menos de diez pasos de distancia, cientos de autos pasaban a toda velocidad, en ese tramo tan placentero para los autos que es la salida del peaje y la carrerita hasta la avenida en donde desemboca, adelante, esa autopista. Del otro lado; el correo viejo, la cruz de la capilla del obispo frazada (el mártir de los pobres, dijo la señora, apurando un mate dulcísimo) y las grúas como jirafas mecánicas que se aburrían tomando el sol desde lo más alto.
Amparo (así se llama la señora) se sabe la vista de memoria. Hace doce años que vive en esa casa-comedor comunitario que formó un día, y hace treinta que es vecina del barrio. Yo me acuerdo de todo lo que pasó acá, dice, y me acuerdo porque estuve para verlo. Pero lo dice sin odio, sin bronca, sin nada. Lo dice como exhibiendo un orgullo que ya no es tal, que ya no le interesa tanto. Ella tuvo un accidente y quedó hemipléjica un día, no podía mover la mitad del cuerpo. Eso era lo que me quería contar, me dijo.
Y rezaba. Vivía en la pobreza, y no podía darse el lujo de ser una carga. Las mujeres no tienen permitido dejar de pelear en esos barrios. Si hay algo que vos quieras que yo haga, dejame caminar, rezaba. Yo adivino que ha contado esta historia una cantidad de veces, y que es cierta. El punto es que, claro, caminaba perfectamente. Así que ni tiempo tuvo de festejar el milagro. Ahí nomás vendió su casilla, compro otra parcela, y construyó un comedor para los chicos del barrio. Gratis (claro) cocina de lunes a domingo para 150 chicos, en su propia casa-comedor, y les da de comer a todos. Tiene una cocina muy chica, así que empieza a cocinar al mediodía para terminar de preparar todo a la hora de la cena, junto con otras voluntarias. Se sabe los nombres y las historias de todos.
Nos interrumpe un viejito que llega caminando bien despacio. Que en la capilla hoy no hay nada para comer, no sabe si porque falta comida o si es que no fue nadie a prepararla. Amparo llama a su hijo y le pide que le alcance una silla al señor, en un ratito vamos eh?, lo tranquiliza. Y seguimos hablando. A veces no les va a nadie a dar de comer a los viejitos, me dice, casi nadie los ayuda. Ella tiene 60 y pico, no recuerdo.
Hay carteles en las paredes del salón, días de juegos con títeres para los más chicos, algo de un programa para madres jóvenes, y otro con horarios de apoyo escolar. Todo el tiempo está buscando cosas nuevas para ofrecer desde el comedor. Unos chicos de la uba que son ingenieros y ayudan a construir bien las casas a la gente.
Un rato más tarde, apenas saliendo de su casa, sabía que había escuchado una historia buenísima, y me sentía afortunado. Pero también pensaba que todas las historias que había escuchado ahí eran así de especiales. Los autos pasaban encima mío en la parte del barrio que está bajo la autopista. Muy por encima, muy rápido. Yo pensaba que era una injusticia que Amparo no había podido terminar de sellar el techo de su comedor porque la última moda judicial prohibió el ingreso de más materiales a la villa. Y pensaba en la pared llena de humedad que se le estaba estropeando, con lo que costó levantarla. Y pensaba en las miradas con cara de velocidad que habían hecho la prohibición, y en la mirada fija de Amparo viéndolos pasar desde su casita, cebando un mate dulcísimo a quien quisiera escucharla un rato.

jueves, 16 de abril de 2009

Linyera


Levanto cosas de la calle todo el tiempo. Me encanta. Revisar un volquete o una pila de enseres abandonados y encontrar algo lejanamente utilizable es para mi uno de los placeres más auténticos y sencillos que existen.
El otro día, por ejemplo, encontré una raqueta de tenis vieja que fue a decorar la pared de mi cocina, que ha sido asignada como el costado "retro" del departamento. También he recogido una especie de palangana de hierro que ahora (y luego de un proceso de desoxidación) guarda fielmente las frutas y verduras en su interior, un carretel de madera que fue devenido en mesa y donde toma su merienda la pequeña princesa, un libro de cocina antiquísimo que hasta da indicaciones sobre como tratar a un empleado para que sea callado y eficiente. Un lujo.
Sólo la limitación espacial de mi diminuto hogar lo salva de convertirse en un juntadero de despojos, la mayoría inservibles e inutilizables.

Yo creo que mi afición se relaciona mucho con el reciclaje artístico, con la paciente tarea del artesano que ve una pieza de valor donde ya no la hay. O para decir la verdad, en un profundísimo e inevitable oficio de linyera que llevo en el alma.

lunes, 13 de abril de 2009

I'm only sleeping


Siempre que me levanto a la mañana ya es tarde. Es un momento crucial del día. Mirarse al espejo y darse cuenta de que la mañana ya te lleva un tiempo de ventaja. Mientras me lavo los dientes pienso que en las películas la gente aprovecha ese momento para pensar y tener ideas importantísimas como descifrar el misterio de la trama, descubrir al asesino, o encontrar la forma de recuperar a la chica que te abandonó.
Pero yo me miro y se que es tarde para eso. Y que tengo dos opciones: Correr detrás del tren de vida, u observarlo desde atrás, aceptando que voy a estar el resto del día caminando a destiempo.
Y la verdad que correr a mi no me gusta nada.

domingo, 12 de abril de 2009

El arte escondido

Cuando una edificación industrial pasa a ser objeto de arte, es porque está abandonada y ya no produce.
Es que la producción y el comercio no tienen nada de artístico. Todo lo contrario, el negocio y la ganancia se llevan a las cornadas con el arte.
Pero en cambio, el abandono, el olvido, el ocio de los edificios gigantes, plantados en soledad, haciendo frente a las inclemencias del tiempo, tratando de mantenerse aún en pie, los vuelve de golpe solemnes y respetuosos.
Es como si dijeran, estamos oxidados y viejos, húmedos y vacilantes, pero estamos. Ya no nos necesitan para producir, y aquí estamos. El orgullo silencioso de no necesitar más de toda esa gente los vuelve dignos, el paso del tiempo los hace más fuertes, la huella de la historia los vuelve de pronto valiosos, por algo más valioso todavía que en sus tiempos de esplendor. El arte sobreviene a cualquier fracaso.

Kiss


Salían del supermercado chino juntos, con las remeras del recital del día recién compradas . El tendría 16 años, ella un poco menos. Las mochilas rockeras, la cresta en el pelo, la bolsa de nylon con un par de cervezas heladas dentro. El tenía una pulsera con puntas y ellas un piercing en los labios.
Yo venía entrando cuando ellos salían de las cajas y la bolsa de nylon que llevaba las botellas no resistió más y se abrió. Hubo un ruido típico de rotura de vidrios, y el piso se llenó de espuma. La cajera los echó a los gritos, acusándolos de estar "pasados de droga", mientras él trataba de explicarle que no tenía la culpa, que la bolsa se había roto sola.
Los vi por la puerta de vidrio, ya en la vereda. Él se sacudía la cerveza de la ropa, enojado, ella se acercó despacio, y poniendole las manos sobre la cara, lo besó.

lunes, 6 de abril de 2009

Invitación



Cuando quieras, venite a tomar una cervecita conmigo a mi jardín primitivo.