Yo vivo al filo del absurdo y a merced de los ciclos lunares. Con frecuencia me sobran cinco para el peso y me descalifican de la pelea, y casi todos los días me golpeo los dedos del pie con la pata de la cama.
A veces, ni el espiral ni la citronella me protegen de las picadas nocturnas, y entonces caigo en la trampa de la velocidad y el triunfo vacío, empapado de champagne en el podio invisible. Pero disfruto más del ruido atemporal de la conversación, del cigarrito en la mano y la cerveza fría en una taza de café.
Quisiera ser un asesino de rumbas o un poeta maldito, pero me conformo con mi silla de mimbre, mis detectives salvajes y un par de casettes grabados. Supongo que la actitud es errada.
Mi tortuga me contagió un bostezo, el otro día. Yo le llevé hojas de laurel y gomero que junté por la calle, y así me agradeció.
París era una fiesta, me levanté pensando esta mañana.
A veces, ni el espiral ni la citronella me protegen de las picadas nocturnas, y entonces caigo en la trampa de la velocidad y el triunfo vacío, empapado de champagne en el podio invisible. Pero disfruto más del ruido atemporal de la conversación, del cigarrito en la mano y la cerveza fría en una taza de café.
Quisiera ser un asesino de rumbas o un poeta maldito, pero me conformo con mi silla de mimbre, mis detectives salvajes y un par de casettes grabados. Supongo que la actitud es errada.
Mi tortuga me contagió un bostezo, el otro día. Yo le llevé hojas de laurel y gomero que junté por la calle, y así me agradeció.
París era una fiesta, me levanté pensando esta mañana.