jueves, 29 de octubre de 2009

Comi piedras

pensando que eran carne de mi carne, engañado. Las primeras fueron directo a mi estómago, y no hubo jarabe que las aflojara y amaninara mi tormento. Las otras, mas pequeñas, fueron a mis pulmones, y cada tanto asoman por mi garganta, dejándome sin respiración.
El hecho es que ahora cada vez que tengo hambre me lloran los dientes. Y las piedras, dentro mío, se quejan (con más razón todavía), me incriminan y amenazan con hados malditos por tres generaciones.
Por eso decidí, dadas las circunstancias, dejar de comer, y listo el pollo.

0 comentarios: