jueves, 16 de abril de 2009

Linyera


Levanto cosas de la calle todo el tiempo. Me encanta. Revisar un volquete o una pila de enseres abandonados y encontrar algo lejanamente utilizable es para mi uno de los placeres más auténticos y sencillos que existen.
El otro día, por ejemplo, encontré una raqueta de tenis vieja que fue a decorar la pared de mi cocina, que ha sido asignada como el costado "retro" del departamento. También he recogido una especie de palangana de hierro que ahora (y luego de un proceso de desoxidación) guarda fielmente las frutas y verduras en su interior, un carretel de madera que fue devenido en mesa y donde toma su merienda la pequeña princesa, un libro de cocina antiquísimo que hasta da indicaciones sobre como tratar a un empleado para que sea callado y eficiente. Un lujo.
Sólo la limitación espacial de mi diminuto hogar lo salva de convertirse en un juntadero de despojos, la mayoría inservibles e inutilizables.

Yo creo que mi afición se relaciona mucho con el reciclaje artístico, con la paciente tarea del artesano que ve una pieza de valor donde ya no la hay. O para decir la verdad, en un profundísimo e inevitable oficio de linyera que llevo en el alma.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Suena gay, pero no lo es, SOS MI ÌDOLO...

Lucho

Juan-D dijo...

Lucho: Mi idolo es Rubén Paz y no es nada gay. Quedate tranqui. Verguenza es robar.