viernes, 26 de junio de 2009

Fabula

Marisol tejía pañuelos color de melo para mantener su familia tipo motor 1.6 con todos los patitos en fila. Los hacía de lana de oveja telch y agujas de catedral, los bordaba con la bordeadora, y los llevaba a la plaza para venderlos.
El problema es que eran de lana, y encima, demasiado largos. Digamos que eran más que nada bufandas.
Marisol destejía de día y tejía de noche, para llevar la contra. Y nunca vendía.

Pero un día llegó el doctor, manejando un ciclomotor.
Le compró los pañuelos, le entregó un folleto, le prometió asfaltado de arriba abajo y cloacas hasta por las orejas. La invitó a cenar aunque era de mañana, se sacó fotos con sus hijos y le pasó batería con el auto.
Después se fue para nunca más volver.

Ahora Marisol ya no teje ni desteje, ha perdido ese no se qué tan especial que tenía.

1 comentarios:

naio dijo...

a no desesperar MarisoL!
un tecito de coca con hojitas de laurel y una pizca de canela, solcito de invierno en la cara y se encuentra todo lo perdido, hasta el no se qué.
besitos de rinoceronte.