Marisol tejía pañuelos color de melo para mantener su familia tipo motor 1.6 con todos los patitos en fila. Los hacía de lana de oveja telch y agujas de catedral, los bordaba con la bordeadora, y los llevaba a la plaza para venderlos.
El problema es que eran de lana, y encima, demasiado largos. Digamos que eran más que nada bufandas.
Marisol destejía de día y tejía de noche, para llevar la contra. Y nunca vendía.
Pero un día llegó el doctor, manejando un ciclomotor.
Le compró los pañuelos, le entregó un folleto, le prometió asfaltado de arriba abajo y cloacas hasta por las orejas. La invitó a cenar aunque era de mañana, se sacó fotos con sus hijos y le pasó batería con el auto.
Después se fue para nunca más volver.
Ahora Marisol ya no teje ni desteje, ha perdido ese no se qué tan especial que tenía.
El problema es que eran de lana, y encima, demasiado largos. Digamos que eran más que nada bufandas.
Marisol destejía de día y tejía de noche, para llevar la contra. Y nunca vendía.
Pero un día llegó el doctor, manejando un ciclomotor.
Le compró los pañuelos, le entregó un folleto, le prometió asfaltado de arriba abajo y cloacas hasta por las orejas. La invitó a cenar aunque era de mañana, se sacó fotos con sus hijos y le pasó batería con el auto.
Después se fue para nunca más volver.
Ahora Marisol ya no teje ni desteje, ha perdido ese no se qué tan especial que tenía.
1 comentarios:
a no desesperar MarisoL!
un tecito de coca con hojitas de laurel y una pizca de canela, solcito de invierno en la cara y se encuentra todo lo perdido, hasta el no se qué.
besitos de rinoceronte.
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