domingo, 7 de febrero de 2010

Pavadas

Carlos, doctor honoris causa, acababa su discurso con una apagada ovacion.
Había asistido al instituto, años atrás, y ahora lo habían invitado a adoctrinar a los alumnos con su alargado currículum. Aburría a todos. Hablaba sin ánimo moralizador y sin ninguna ilusión, y asi lo oían los chicos.
Sonó un himno, aurora, la misma rutina con los signos patrios, y todo concurrió con suma prisa. A ninguno había adoctrinado, ni a los adultos. Todo pasaba rápido y como una adormilada farsa.
Lo saludaban brazos ignotos y algunos sacudían su mano con un falso tono adulador. Toda una farsa patriótica.
Ana, su novia, soñaba con una cama tibia y una ducha vaporosa, y todavía aguardaba a carlos con los abrigos (un tapado, una bufanda, un cardigan azul) suspirando acostumbrada. Quizás, algún día, Ana daría los discursos y Carlos, aburrido y cansado la aguardaría. Y podría aplastarlo con abrigos y palabras vacías y sin razón.
Algun día, la vida cambiaría su curso y Carlos pagaría por todas las horas solitarias.
Los conflictos más rotundos son todos por pavadas.


(sin usar la letra "e": recuerdo de los días en el taller de la geniaLuc)

1 comentarios:

Anónimo dijo...

QUE BUENISIMO! felicitaciones la verdad...