domingo, 12 de julio de 2009

After Dark


Tarantinomania - After dark







La mañana es vital para los noctámbulos, aún cuando no la deseamos. Saber que existe la mañana, al final de todo, que la oscuridad tiene fecha de vencimiento, que las audiciones de los pastores brasileños en la televisión finalmente se acaban.
Leí un libro este semana, todo sucedía en una sola noche. Una chica descubría el mundo real, un muchacho tocaba el saxo hasta el amanecer, un love-hotel funcionaba tras bambalinas en los barrios bajos de tokio, una lejana historia de mafias, de gente perdida, de gatos alimentados con sandwiches de atún desde una hamaca del parque. Una historia de la noche, de los habitantes insomnes que salen a caminar al amparo del sueño ajeno.
Hay una escena que me quedó grabada. El chico del saxo pasa por una especie de drugstore antes del amanecer, y mientras está eligiendo algo para comer, escucha sonar un celular en la góndola de los quesos, olvidado, abandonado. Lo abre y escucha una serie de amenazas; jamás podrás escapar, sabemos que estás ahí, ya te vamos a encontrar, étc. El chico se asusta y se soprende, pero después de pensarselo mejor, vuelve a poner el teléfono entre los quesos, decidiendo no interferir en la historia de otro par de trasnochados, tal vez resignado a no entender de que se trata.
Y eso justamente es la noche, la vida nocturna de los sonámbulos que vemos como al amanecer, con la tibieza del sol en la ventana, se acaba la incertidumbre.

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