viernes, 21 de mayo de 2010

Fragmento de una historia

Era un hombre que se habia enamorado de la hija del emperador X, trágico gobernante que se había hecho famoso por conquistar medio mundo mediante la fuerza de sus ejércitos y sus elefantes entrenados, y que tenía gustos excéntricos como escuchar lambada, comer dulce de leche del tarro, o jugar al TEG siempre con las fichas rosas.


La historia se desarrolla de la siguiente manera: El tipo se enamoraba de ella en una fiesta a la que asiste como bar tender, ella acaba de cortar con el príncipe de no se qué, y se siente festiva, tanto como para tomarse hasta el rocío de la madrugada. Así las cosas, comienzan a verse en secreto en el taller mecánico donde vive él, merced a un conflicto ideologico con el dueño de la última pensión en donde intentó quedarse. Hay posters de chicas desnudas y equipos deportivos. (Esta escena puede ser interpretada por Osvaldo Laport, no así el resto del la historia.) Ella aprende a tomar mate amargo y él le sirve queso y dulce en platos de vidrio transparente, reservados únicamente para la mano imperial de su amada.

Un día el emperador se entera (aquel emperador que se había hecho famoso por utilizar las cortinas para sonarse la nariz, que se hacía retratar caminano de perfil, con un bastón en la mano y un buzo a rayas rojo y blanco en medio de una multitud.) Y agarra y arde troya.

Un día, luego de varios días de ausencia amorosa, preséntase en el taller un edecán imperial con el siguiente mensaje.

"Estimado joven: Por orden del real emperador X, no te quiero más. Firmado: La princesa"

El desespera y en un gesto edípico, se intenta sacar los ojos con una llave inglesa. Frusta su intento el engrasado proverbial de sus herramientas.

Ella se resigna y sólo se anima a rebeldías menores, como fumar en la terraza o mojar el tostado de miga en el te con leche.

Fin

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