miércoles, 24 de septiembre de 2008

Final de juego


Un día hubo que abandonar el camino y regresar a casa. Los viajes no duran toda la vida, las vacaciones necesitan del año laboral, y todos sentimos, a la mitad del viaje, la necesidad de volver.
Así que una mañana despertás con ganas de estar en tu casa usando tu taza preferida para el café con leche y no esa que te prestó un nuevo amigo irlandés.
El viaje de regreso es un mar de sensaciones encontradas. Queremos volver y queremos seguir viajando. Nos gustaría viajar por el mundo y volver a casa por las noches cada tanto.
Pero el camino te aleja de la quietud, y el sillón de casa hace extrañar los viajes.
Volver es pasarse horas mirando por la ventanilla, sin decir nada, sólo pensando.

Y cuando llegás y abrís el bolso sobre la cama, pensás que valió la pena aunque estés en el mismo lugar y con las mismas trampas mentales que antes.
No es que los viajes sirvan para ordenar las ideas, al menos no en mi caso. Los viajes fortalecen la sensación de que los cosas son igual de intensas en todas partes, y que la única diferencia es que un viaje hay carteles que te avisan del peligro y te mantienen a salvo de derrumbes, patinadas, y direcciones equivocadas.

Así es mucho más fácil.

3 comentarios:

VALE dijo...

Muy bueno lo que acabo de leer, lamentablemente los viajes se terminan, aunque suele pasar ese fenómeno extraño por el cual a veces extrañamos nuestras cosas y se desea volver...

Besos!

Juan-D dijo...

Quien adivina donde es la foto

Anónimo dijo...

algun lugar de mendoza..?

no hay nada que me ponga mas triste que un viaje. me refiero al camino.
por eso me gustan en realidad.