miércoles, 7 de mayo de 2008

Tomo para no enamorarme


Fui a una exposición de Vinos y quesitos con galletitas.

A la entrada te daban una copa y un mapita. El mapita servía para no perderse, aunque el lugar no era muy grande. Como si uno pudiera perderse en un lugar así. Más bien, como si supieran que iba a terminar perdiéndome en un lugar así.

Había cosas que me hacían acordar al cajón de lanas de mi abuela Clá, en ese departamento enorme de Acoyte y Rivadavia. Que seguro no era tan enorme como me parecía cuando era chico. O mejor, seguro que no es tan enorme y que sí lo era cuando me parecía. Funciona así.
Todas las cosas que recuerdo son más grandes que las que tengo ahora. Más limpias, más hermosas, más grandes que las que tengo ahora.


En ese departamente sí que te podías perder. Apenas me acuerdo. El piano en una esquina oscura del living. La cocina donde nos ponía a mi hermana y a mí a preparar scons a la tarde los fines de semana que íbamos a quedarnos con ella. Los cubrecamas verdeoscuro de todas sus habitaciones.

La cuestión es que te daban una copa en la entrada, y un poquito de vino en cada stand. La gente fingía gravedad a la hora de degustar el contenido de sus copas, inclinándolas a trasluz y luego revolviéndolas con elegancia y seriedad. La gente fingía seriedad o yo era el único que encontraba todo muy cómico.

Pero no, mis amigas coincidían en que todo era cómico. Incluso los detalles más adorables de algunos stands, o los mensajes absurdos de otros. Era el contexto. La gente de traje, las mujeres elegantes, las caras de enólogo que impostaba la mayoría.

Me acuerdo de un jarrón con flores muy cerca de una lámpara que empezó a hacer humo. Me acuerdo que enjuagaban las copas en cada stand para servirte el vino. Que repartían colaciones salteñas y que una amiga se llevó un puñado entero. Que había una chica con un vestido azul eléctrico que desentonaba en medio de la sobriedad general.

Me acuerdo que mi abuela Clá se sacaba el audífono cuando quería tener la última palabra en una discusión. Me encantaba ese detalle.

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